Pinto desde que tengo memoria. Es una vocación que me ha acompañado siempre y que vivo como un sentimiento. Siempre he necesitado pintar, aunque no soy autodidacta. A los 16 años me mudé a Londres, donde terminé el Bachillerato y comencé mis estudios de arte en la Central Saint Martins. Allí cursé Foundation Course School of Artshasta 1988. Después, viví unos años en Japón y EEUU, para trasladarme definitivamente a Madrid en 1989.
Comencé pintando el mar desde mi Málaga natal y es algo que ha permanecido como una de mis señas de identidad. También pinto paisajes urbanos. Adoro las ciudades porque están llenas de ideas, sensaciones, juego de proporciones y contrastes.
La luz es un estado del alma; y sólo puede pintar la luz el pintor capaz de desnudar su alma y exponerla en el lienzo. En la pintura de Paula Varona, como en la oda de fray Luis, el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, una luz que tiene la palpitación de su alma; y quien se asoma a sus cuadros se siente invadido por esa luz, conquistado por ella, salvado por ella, metido en sus adentros, donde encuentra una clarividencia nueva con la que puede volver a bautizar el mundo.
Juan Manuel de Prada.
Ha pintado Varona los paisajes urbanos de metrópolis fascinantes como Lisboa, La Habana, Nueva York, Barcelona… En este caso, la exposición se centra en Madrid, donde la artista vive y trabaja actualmente. Se asoman entre sus lienzos la Gran Vía, la Castellana, el Parque del Retiro… Inmortaliza los edificios más emblemáticos de la capital, vistos tanto desde sus calles como desde sus azoteas: de día y de noche, con sol y con nieve…
Juan Manuel de Prada.
La ciudad es memoria y si no no sería nada. Paula la ha retratado despertándose, durmiendo; de noche y de día, ese pincel que está dotado para lo minucioso es también el pincel de la metáfora; cuando expresa nieve no quiere decir frío, quiere afirmar la capacidad que tiene la ciudad para arroparse. Y cuando expresa día no quiere decir, tan solo, vida en las calles, mercado, tráfico. Hay en ese día de Madrid retratado por Paula Varona un grito tranquilo de lo cotidiano que expresa sin rubor que está feliz de seguir existiendo.
Juan Cruz.
Javier Morales Vallejo.
Además del Prado, Paula Varona también «retrata» otros grandes museos tanto españoles como internacionales: el Guggenheim de Bilbao, con la retorcida arquitectura de Frank Gehry (su impresionante atrio, la sala donde serpentean las espirales de acero de Richard Serra, «La materia del tiempo»); la maravillosa rampa ondulante del Guggenheim de Nueva York, creado por Frank Lloyd Wright; la monumental Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, obra de Hergoz & De Meuron… Hay en los lienzos de Paula Varona claras evocaciones pictóricas: David Hockney y sus piscinas californianas, la tertulia del Café de Pombo, recreada por Solana; las constelaciones de Miró, los hieráticos retratos de Piero della Francesca, la espiritual abstracción de Rothko y Pollock…
Juan Manuel de Prada.
Especialista en paisajes urbanos, marinas e interiores de los museos, en los que establece un diálogo único introduciendo la presencia humana, la pintura de Paula Varona emana del impresionismo. “Con fidelidad a la realidad fotográfica”, señala el poeta Luís Alberto de Cuenca, “tiene mucho de onírico. Creando nuevas perspectivas, imaginando puntos de vista sorprendentes, la gran pintora clásica que es Paula sigue impartiendo clases en sus lienzos de fresca, positiva y feliz modernidad, tan lejos de la mera fotografía como de la aburrida deconstrucción artística, inmersa en el misterio de lo real, en la magia que brota de lo cotidiano”. Hablando de sus paisajes de Madrid, el poeta destaca su expresividad y la “delicada elegancia escenográfica” El escritor Marcos- Ricardo Barnatán repara en la inusual plenitud del espacio de Paula Varona. “La arquitectura pierde su sentido monolítico y consigue una levedad del entorno”, dice. Por su parte, Javier Morales Vallejo, doctor en Historia del Arte, ha dicho que su pintura “es fácil de ver y difícil de explicar. A medida que va pintando meticulosamente tanta multitud de detalles, las va sumergiendo en un cálido silencio donde, al final, solo queda lo esencial del ambiente neblinoso y luminoso, tan sensorial, tan físico y tan poético”.
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